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LA FELICIDAD DE LA FAMILIA

http://www.candaya.com/lafelicidaddelafamilia.html

Hay que luchar contra la vagancia del suicidio, así que no hay que tener ni un minuto de aburrimiento, por Caridad Jiménez

La felicidad de la familia, de Osamu Dazai.

Esta antología de cuentos, editado por Candaya Narrativa 41, se presenta ante nosotros gracias a la estupenda traducción de Isami Romero Hoshino y de su prologuista, un escritor formidable, Ednodio Quintero, dándonos una fina información sobre los avatares de la cotidianidad de la vida del autor, el suicida Dazai, Un prólogo muy necesario, pues Ednodio Quintero sabe volver la vista atrás, con maestría, como todo pescador paciente de carpas koi japonesas, y ayudarnos con la caña de pescar con el cebo para enganchar el pasado de Dazai y traernos, su corta vida, a nuestro momento presente, junto a la perspectiva novelesca que sitúa a la acción en toda su verdad de tiempo y forma, así vamos a conocer al autor de los cuentos muy rápidamente a través de las valoraciones del prologuista, por ejemplo cuando nos dice que Dazai padeció el drama de los genios prematuros sin reconocimiento social que no ocurre solo en el mundo del arte sino, asevera, “…pues forma parte de la conducta sediciosa de los humanos.”.  

Los cebos de Ednodio Quintero son espectaculares pues nos muestra a un filósofo nihilista —como cuando escribe: “El poder del instinto es una fuerza que no podemos modificar con nuestra voluntad.”— que correspondería a la especie del verdadero pez Dazai, una carpa koi que nada río arriba ya sentenciado a muerte y, que en su fatigosa remontada, convivirá y convertirá a una geisha de baja estopa, la influenciará de su nihilismo, de sus valores hasta el punto de verse como una pecadora; también puede conseguir que vea, mediante el contrato moral del matrimonio, lo natural del sexo como pecado, y ese pecado en adulterio, y el adulterio en vergüenza, y la vergüenza en un sentimiento natural del ser humano que solo puede ser combatido con la gloriosa arma social, el suicidio (de ambos, marido y mujer) porque se considera que el suicidio no es pecado —excepto si eres nihilista como el autor de estos cuentos—, por tal motivo no se contemplaría el dejarse matar en aquella guerra, no es digno de una carpa sagrada.

La carpa Dazai escribió sus cuentos en primera persona, en el lago de una sociedad nipona y en una época convulsa y pasada de moda (“…un país donde las cosas podían permanecer sin alteración alguna…”) y nos repite hasta la saciedad que se oficializó la rendición incondicional de aquella guerra. Escribe como un pez pretencioso —como suele serlo toda carpa sagrada— opinando que las personas de origen noble son distintas, sagradas, aunque estén corrompidas por la vagancia, el juego, las drogas, el alcohol y quizá alguna enfermedad como la epilepsia, y  por supuesto, sin contenido “espiritual” cuya máxima de vida parece ser llevar una diaria existencia normal y trabajar duro (“…el trabajo es sagrado…”) y dormir como un muerto para estar siempre ocupado, y además, a ser posible que viva a costa de su familia y si no de las pobres mujeres en situaciones precarias a las que se debe mostrar piedad, incluso empatizar con las chiquillas lloronas, y a falta de chillos, se debe aficionar toda carpa sagrada a la radio para no tener “…siquiera un minuto de aburrimiento...”.

La carpa Dazai escribe con el esfuerzo de remontar su río frases como:
“La esposa había vendido todas sus pertenencias en el mercado negro para comprar las cosas que alegraran a su suegra y a sus hijos. En su hogar siempre soplaban vientos de primavera.
Pienso que el gusto y el odio de las mujeres carecen de fundamento. Actuamos conforme a nuestro estilo de vida, somos expertas en arreglárnoslas de cualquier manera, pero no tenemos un verdadero y fuerte amor hacia nosotras mismas ni hacia lo que nos rodea. No sabemos cuál es el significado de la modestia. Para poder decidir nuestro futuro, a las mujeres nos basta sólo una sonrisa. ¿Por qué las mujeres no podemos estar satisfechas con nosotras mismas y amarnos eternamente? Odio ser mujer. Como soy mujer sé muy bien lo que es la suciedad femenina. (…) y aunque te laves y te laves no se te quita, y así todo el día estás exudando ese olor, ese olor a hembra. (…) me porto como una niña simpática, los adulo, les hablo…  Aunque mueras. ¡No seas el juguete de las personas! Como habían sido rechazados por alguna mujerzuela, abogaban a gritos por la derogación de la prostitución.”.


Queremos creer que son denuncias de la carpa koi que le transformarán, cuando él ya no esté, a los ojos del mundo en un dragón. Un dragón que pone de manifiesto el hecho de que en el lago, todo gira y gira sobre el varón, sea este como sea, se comporte como se comporte y esté en la escala social que esté, es el centro del mundo y de su hogar, el rey de la familia feliz.

MariCari, la Jardinera fiel.

{¡B U E N A_____S U E R T E!}

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