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REPOSICIÓN: EL TIEMPO DE UNA FLOR AMARILLA SILVESTRE

Una silvestre flor amarilla se siente congelada y sola en el verdor primaveral creyéndose un monstruo (porque alguien le dijo que solo los monstruos están solos, y no sabe qué hacer). Surgió de la Gaia en un lugar donde ella no quería, más no tuvo elección, aún así, sacó fuerzas para germinar, para ser ella. Diariamente estaba tan sola... Le faltaba otro ser con quien hablar de sus vivencias y de sus sueños. Tal vez estaba previsto que naciera formando un ramillete, pensó. Eso debe ser lo normal (eso cree porque nadie le entregó un manual, nadie se acercó a ella) ¡era tan silvestre!

Un día, al abrir sus ojos y mirar a su alrededor como tenía por costumbre, vio el horizonte ennegrecido con una terrible y malcriada tormenta.


Siente miedo, se estremece y un temblor recorre su tallo hasta sus hojas, sacudiendo el rocío nocturno que se resiste a abandonar sus pétalos robándole el poco calor que conserva tras su angustia nocturna, y queda paralizada por un zumbido misterioso, todo su ser gime y se doblega, algo vuela sobre ella, otro monstruo solitario que le mira con grandes ojos.

Se pregunta si será amigo o enemigo, y mientras, en la lejanía, oye un trueno que le hace sentir deseos de ser aún semilla, alargada y arrugada como un cascarón de nuez bajo tierra.  Pero recibe una caricia en su corola, siente unas patas correteando sobre ella y después, la penetra en su cáliz inundándola cálidamente, sintiéndose una flor completa (ahora sabe para qué ha surgido en aquel paraje, para alimentar y para formar su propio ramillete silvestre de flores amarillas-hijas).

Se quedó sola otra vez al marcharse el monstruo cariñoso y vareada por un viento fuerte que le provocó un gran estornudo, lanzando sus semillas recién fecundadas al espacio tormentoso. Quiso gritar y pedir auxilio porque sobre ella solo se cernían nubes negras y no eran sus amigas, nunca la trataron bien, siempre abofeteada y magullada sin saber por qué.

Se sintió madre cuando vio a su alrededor como las primeras gotas de agua se precipitaban sobre sus semillas liberadas y aireadas, pues la tormenta arreciaba y su cuerpo desgastado y lacerado no necesitaba otra estación más para ser consciente del por qué en aquél desértico paraje, mientras sus semillas recibían un baño de felicidad y éxtasis que las iba hundiendo lo justo y necesario en la madre tierra. Y comprendió la necesidad de aquellas nubes y sus ojos se llenaron de lágrimas, aplaudiendo a rabiar con sus hojas, intentando saltar y hasta volar (aunque no pudo porque sus raíces eran maneas para su tallo y su vida aérea). En ese momento, deseó tener, en otra verde primavera, su propio ramillete silvestre de flores amarillas, todas a su alrededor y contarles su vida, darles consejos y tiernas caricias, quién sabe...

P.D.: "La vida se descubre a cada momento y a cada momento surge la vida..."

MariCari, la Jardinera fiel.

{¡B U E N A_____S U E R T E!}

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