Buscaba algo aquella mañana, pero no sabía qué. Esa sensación de no saber qué se necesita, pero tener la certeza de que así es, que se necesita algo que no se puede poner nombre, ni cara, porque está en esa parte de la memoria que siempre está en blanco, o en negro, qué más da.
De pié en su salón, sintió hambre y se acarició los labios, no podía con la carga del día a día en las comisuras de sus labios, le costaba hacer la mueca de la sonrisa y eso que la practicaba en su salón-baño todas las mañanas, al mismo tiempo que estiraba su cutis, pero esa mueca, esa horrible mueca le estaba volviendo cada vez más dejada en su atuendo y en su vida.
Había comprado un maniquí femenino de la talla 38, pues dispuesta a mantenerse en ella durante todo el tiempo que aguantase comer poco, que mal ya lo hacía. Prueba de ello es que había ingerido alimento a la carrera, y seguía en su salón-baño-cocina echando los restos del almuerzo al cubo de la basura, en total se contabilizaba dos huesos de aceituna, el rabo de un par de cerezas con la que previamente había enredado colocándosela de pendiente por encima de la oreja como cuando tenía 10 años, la tapa de yogur bien chupada por su parte plateada y, la corteza de la rebanada de pan no-Bimbo que no soportaba desde que tenía, sí, la costumbre de jugar con las cerezas y, pensó.
Pensó en su lugar de recogimiento, en su salón-baño-cocina- laboratorio, que iba a salir a la calle a buscar en los basureros, pero no de cualquier basurero, sino de algún barrio rico, de los más esplendorosos de su alrededor inmediato, pues tenía poca gasolina en el coche. Buscaría algún recipiente para poder plantar tomates, a modo de huerto en casa, lo había visto en alguna revista y no se veía difícil de hacer. Así era ella, a ratos una heroína y a ratos la derrota en máxima potencia.
Siguió un rato más relamiéndose las comisuras mientras miraba el maniquí que acababa de abrigar con una chaqueta de hacía varias temporadas en cuadros negros y blancos, lo que viene a ser pata de gallo. Y no pudo resistirse, ya que estaba en su salón-baño-cocina-laboratorio-taller de costura y, acercándose con mirada fija a la chaqueta, arrancó sus botones dorados y negros, sacó de un costurero viejo un carrete de cinta de terciopelo de un rojo vivo, de unos 2 centímetros de ancho, y fue cortándola a cada 50 centímetros con las tijeras de dientes para evitar que se deshilacharan. Dobló por la mitad cada cinta y las cosió por la doblez en el lugar que antes había estado cada botón.
Terminó la operación y clavó la aguja con el hilo rojo restante en el alfiletero de corazón, también rojo. Y con cierto nerviosismo fue pasando uno de los dos cabos de la cinta por cada ojal y realizando una lazada casi perfecta, y no tuvo que pellizcarse la mueca, pues su sonrisa quedó perenne al ver cómo la chaqueta había cobrado vida, parecía otra con los lazos rojos brillantes, y lanzó un suspiro de satisfacción y felicidad. Suspiro que aguó en su pupila al girar la cabeza hacia el gran y único ventanal que tenía su salón-baño-cocina-laboratorio-taller de costura-mirador, ¡era una lástima que a tan solo 2 metros de ese hermoso ventanal estuviese una pared fea, deforme, desconchada, típica de un patio de luces!
Miró sus nuevos lazos en la chaqueta pasada de moda que acababa de adelantarse a la misma y tomó su decisión, nada de coger el coche y salir por ahí a buscar, había que poner remedio inmediato, y se pasó toda la noche pintando la pared de enfrente desde el suelo hasta arriba, y se durmió cansada, cansadísima en su salón-baño-cocina-laboratorio-taller de costura-mirador-dormitorio.
Al despertar esa mañana, se puso su puntera chaqueta talla 38, pues tras el esfuerzo nocturno le quedó que ni pintada. Resaltó sus labios con un carmín rojo mientras desde su salón-baño-cocina-laboratorio-taller de costura-mirador contemplaba su otra creación, una fabulosa tapia cubierta con un bello jardín que hizo que en su cara apareciera una mueca a juego con los lazos.
P.D.: "Renovarse o morir"
MariCari, la Jardinera fiel.
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
Esto es con mucho, lo mejor que has escrito desde hace tiempo. bsss
ResponderEliminarqué bonito relato. la protagonista ha encontrado su refugio, en el salón, que cada vez va ampliando más sus funciones.
ResponderEliminarel ser una heroína y el sentirse derrotada quizá son dos caras de una misma moneda, porque es en la situaciones adversas cuando se necesita que los héroes aparezcan.
besos!
Una heroína es la que sale triunfante de cada derrota.
ResponderEliminarEl aire es el mismo siempre, pero depende de quien te lo mueva alrededor.
Al menos la chica tenía iniciativas en vez de derrumbarse.
ResponderEliminarA todos nos viene bien un cambio de aires, porque de alguna manera nos apolillamos a pesar de tener más metros cuadrados de casa y algo más en frigo.
Me ha gustado mucho tu microrelato... Es muy sugerente y da para reflexionar sobre el en profundidad.
Bss y buena semana
Uy que viva y tienes razón una debe seguir avanzado nada se queda estático. Un beso y te me cuidas
ResponderEliminarTodos deberíamos aprender a construír nuestro propio sancta sanctorum particular, adaptándose a las necesidades del alma y del bolsillo (aunque realmente el arte y la propia personalidad poco tienen que ver con el bolsillo y mucho con la imaginación).
ResponderEliminarY luchar, y salir adelante, y no rendirse ante la adversidad.
Un texto magnífico.
Besos, reina.
Luciana ManiasAyer a la(s) 23:17 -
ResponderEliminarMe encuentro con esta forma de dejar comentario nueva para mi y con miedo de meter la pata jajaja. Pero intentaré ser heroína y adaptarme, como la mujer de tu relato.
Besos
Manoli Jimenez30/04/2013 - caridad65.blogspot.com - Público
ResponderEliminarMe ha encantado este relato, siempre hay que tener imaginación.
Sobre el comentario que me haces en mi blog..... el principe azul tiene que aparecer pronto. Siempre me haces sonreir!!!
Un cariñoso abrazo.
Manoli