A este mundo, qué ángeles vendrán
si no son sus campanas de ese oro
que en generosos pechos se les funde
para que allí la voz de Dios resuene,
o como las de acero que, en las tierras
pobres, convocan a sus falsos ídolos
y se olvidan y son así olvidadas
porque nadie se arregla la apariencia
al no sentir apego a su sonido
ni cuentan campanadas porque no...
¡Qué no hay adónde dirigir los pasos!,
y no hace arrodillarse su lamento
ni tras su último toque persignarse.
MariCari, la Jardinera fiel.
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
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