La diosa Ceres vagó por sus campos en busca de la espiga plateada, la mortal fortaleza. Buscó y no halló su brillo, apenas unas incipientes raíces prometían su reflejo y tono. Aún sin crecer su hermosura, los cuervos graznaban a su paso juzgando la profundidad de lo natural, del plateado, peltre, sal y pimienta; los carroñeros picaban en el blanco de la nieve.
La diosa comprendió que debía exaltar a la sombra de la transición porque de ella se alimentaba el cornezuelo.
La diosa comprendió que debía exaltar a la sombra de la transición porque de ella se alimentaba el cornezuelo.
MariCari, la Jardinera fiel.
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
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